Hace 25 años, Stanwood Elkus ingresó en el hospital de Veterans Affairs de Long Beach (California) para someterse a una operación de estenosis uretral.
Tras una operación chapucera, abandonó el hospital con incontinencia, falta de deseo sexual y disfunción eréctil. Pasó los siguientes veinte años dejando que su ira se convirtiera en una bola de nieve, hasta llegar al asesinato.
El 28 de enero de 2013, Elkus se registró en un hospital de Newport Beach con un nombre falso, para una cita con el urólogo. En cuanto entró el Dr. Ronald Gilbert, Elkus sacó una Glock y le disparó diez veces.
Luego se dirigió a una enfermera.
«Estoy loco», dijo. «Llame a la policía».
Pero, según averiguaron las fuerzas de seguridad, Elkus no estaba loco. En su casa de Lake Elsinore, a 55 millas del hospital de Newport Beach, había dejado papeles de negocios y una nota para pagar a su jardinero, signos de premeditación. La policía también encontró un mapa con las indicaciones para llegar a la oficina de Gilbert, así como los registros de la compra de una pistola por parte de Elkus.
También descubrieron que había sido el Dr. Gilbert quien había sugerido originalmente la fatídica operación de Elkus. La defensa de Elkus argumentó que otros médicos habían dicho que la operación había sido innecesaria y que le habían diagnosticado mal.
Debido a las repercusiones de la operación, Elkus achacó a Gilbert todas las pérdidas y mala suerte que había tenido en su vida después de la operación, en particular el fin de su larga relación con su novia. Se obsesionó tanto con su mala suerte que llegó a querer vengarse de Gilbert.
No ayudó el hecho de que mientras Elkus sufría las consecuencias, Gilbert se disparaba hacia el éxito médico. Además de tener su consulta médica, también era socio de una empresa farmacéutica centrada en tratamientos para la disfunción sexual. El día antes de que Elkus le disparara, Gilbert había recibido una oferta de 30 millones de dólares de un comprador corporativo.
El juicio contra Stanwood Elkus
Cuatro años después del asesinato y de la investigación, se celebró el juicio.
A lo largo del juicio quedó claro que, aparte de una única sugerencia, Gilbert no participó en la operación, ya que en aquel momento era residente. La defensa cambió entonces de táctica, argumentando que Elkus no podía ser considerado responsable, ya que sufría demencia y daños cerebrales, así como efectos secundarios de los antidepresivos.
Sin embargo, tras tres semanas de juicio y sólo 40 minutos de deliberación, el jurado lo declaró culpable de asesinato en primer grado, y el viernes lo condenó a cadena perpetua.
La familia de Gilbert tuvo la oportunidad de dirigirse a Elkus tras el juicio, haciéndole saber que había robado al mundo un ciudadano ejemplar.
Se quitó los audífonos mientras hablaban.
