Si pensamos en los países con menos territorio terrestre del mundo, seguramente se nos vengan a la cabeza Mónaco, San Marino o el Vaticano. Sin embargo, para algunos el récord le pertenece a Sealand.
Ubicada a siete millas marinas de la costa de Gran Bretaña, se trata de una micronación de unos 550 metros cuadrados. Es decir, entraría unas 800 veces en el Vaticano. El caso de Sealand es único en el mundo. No se encuentra en tierra firme ni tampoco es una isla, sino que está asentado sobre una plataforma militar abandonada. Esta plataforma, llamada Roughs Tower, fue construida por la marina británica durante la Segunda Guerra Mundial para cubrirse de los ataques alemanes.
Al terminar la guerra, los ingleses desmontaron la mayoría de estas plataformas que se encontraban en el Mar del Norte, pero esta quedó en pie. En 1956, finalmente, fue abandonada por los militares. 11 años después empezó la magia, cuando llegó un tal Paddy Roy Bates junto con su familia. Se trataba de un presentador de radios piratas que buscaba un lugar en el que asentarse y transmitir. Al estar la plataforma en aguas internacionales, consideró que podía apropiarse del territorio. De esta forma, el 2 de septiembre nació el Principado de Sealand.
¿Es un país o no?
Bueno, en derecho internacional hay dos corrientes para determinar qué es y qué no es un Estado soberano. Según la teoría constitutiva, un Estado debe tener territorio, población, gobierno y leyes. En este caso, según Paddy Roy Bates, Sealand cumplía con todos los requisitos. Según la teoría declarativa, en cambio, un Estado es aquel que es reconocido como tal por otros Estados. En este caso estaría más complicado, porque ningún otro país consideró oficialmente a Sealand como Estado. Sin embargo, Paddy Roy Bates consideraba que tanto Gran Bretaña como Alemania lo habían hecho.
El tema con Gran Bretaña empezó al año siguiente de la declaración de independencia. Un buque de la Armada circulaba cerca de la plataforma y Michael, el hijo de Roy, le disparó como advertencia. El caso llegó a la justicia británica, que resolvió que no podía juzgar el tema ya que no se encontraba en territorio británico. Para los Bates esto implicó un reconocimiento de Sealand como un Estado distinto.
El problema con Alemania sucedió en 1978. El príncipe Roy, como se hacía llamar, estaba de viaje en el continente y un grupo de personas invadieron la plataforma y tomaron el control de Sealand. Roy Bates volvió a su principado y lo quiso recuperar por la fuerza. Juntó armamento y ayuda y así lo hizo. Sus oponentes eran simplemente unos hippies que querían usar la base como radio pirata, así que no le fue difícil hacerse cargo de la plataforma. Tomó a los invasores como prisioneros de guerra. Uno de ellos era alemán, por lo que el gobierno de su país quiso intervenir para que lo liberaran. De hecho, envió a un embajador para encabezar las negociaciones. La llegada del emisario alemán fue considerada por Bates como una relación diplomática, por lo que consideró que se establecieron relaciones entre los dos países y que, de hecho, Alemania reconocía a Sealand como Estado soberano.
A partir de ahí siguió adelante esta extraña monarquía europea. Dictaron una constitución, acuñaron monedas y hasta emitieron pasaportes. El tema de los pasaportes se les fue un poco de las manos, ya que a fines de los 90 otro grupo de personas empezó a emitir documentación de Sealand para cometer crímenes. Tal es así que el asesino de Gianni Versace tenía uno. También se vendieron en Eslovenia y Hong Kong para lavar dinero del narcotráfico y otros crímenes. Por eso es que en 1997 la familia Bates revocó todos los pasaportes, incluso los que ellos mismos habían otorgado.
Actualmente, la realeza de este principado no parece vivir nada mal. Roy murió en 2012 y asumió como jefe de Estado su hijo Michael. Sin embargo, aparentemente no residen allí, sino que lo hacen en el Reino Unido. De hecho, toda la familia siempre tuvo pasaportes británicos, que son los que han usado para viajar. En la plataforma viven entre 2 y 30 personas, depende del momento, pero casi siempre se trata de empleados que realizan tareas de mantenimiento, contratados por la familia Bates.
¿Cómo se sustenta económicamente?
Es tan simple como entrar a la página oficial para comprobarlo (Web Oficial de Sealand). Todo está a la venta en Sealand, incluso los títulos nobiliarios. Uno puede convertirse en Lord por 30 libras, en Conde por 200 o en Duque por 500.
También se pueden comprar monedas, banderas o hasta un pedazo del territorio. El romántico propósito de este proyecto, cuyo lema es “Desde el mar, la libertad”, parece haber dejado paso al negocio. Tal es así que hace diez años se puso en
venta Sealand en una inmobiliaria española, aunque nadie quiso comprarlo. El precio era de 750 millones de euros.
Fuente: Un Mundo Inemenso