La mayoría de los que vivimos en la Tierra solemos experimentar un cierto grado de clima frío durante al menos parte del año, y una nueva investigación ha identificado una mutación genética específica que hace que una quinta parte de nosotros sea resistente al clima frío.
¿Por qué hay más gente que resiste al frío?
La mutación genética en cuestión detiene la producción de la proteína α-actinina-3, que es importante para la fibra del músculo esquelético: la proteína solo se encuentra en las fibras de contracción rápida (o blancas) y no en las fibras de contracción lenta (o rojas). Según los resultados del nuevo estudio, las personas sin α-actinina-3 tienen una mayor proporción de fibras de contracción lenta y una de las consecuencias es que el cuerpo tiende a conservar energía aumentando el tono muscular a través de contracciones en lugar de temblar.
«Esto sugiere que las personas que carecen de α-actinina-3 son mejores para mantenerse calientes y, en términos de energía, para soportar un clima más duro, pero no ha habido ninguna evidencia experimental directa de esto antes», dice el fisiólogo Håkan Westerblad, del Karolinska Institutet en Suecia. «Ahora podemos demostrar que la pérdida de esta proteína da una mayor resistencia al frío y también hemos encontrado un posible mecanismo para esto».
Estudios sobre el frío
Los investigadores reunieron a 42 hombres para que se sentaran en agua a 14 grados Celsius mientras se medían sus temperaturas y músculos. La inmersión fría duró 20 minutos a la vez con descansos de 10 minutos, hasta dos horas en total. La proporción de participantes que pudieron mantener su temperatura corporal por encima de 35,5 grados Celsius fue mayor en los que tenían la mutación α-actinina-3 frente a los que no la tenían: el 69% de los voluntarios. Es decir, la mutación genética pareció ayudar a estos participantes a conservar la energía de manera más eficiente y desarrollar una mayor resistencia al frío.
El equipo también llevó a cabo experimentos de seguimiento en ratones con la misma mutación para comprobar si tener esta mutación podría tener algo que ver con el aumento de las reservas de grasa marrón, un tejido generador de calor bien conocido en los mamíferos, pero eso no funcionó.
La α-actinina-3 es la calve
Las personas que carecen de α-actinina-3 podrían estar mejor preparadas para nadar en agua fría o un período de clima invernal, pero también podría dejarlas más vulnerables a la obesidad y la diabetes tipo 2 si están inactivas, dicen los investigadores. También podría aumentar el riesgo de caídas a medida que envejecen, ya que las fibras de contracción rápida manejan movimientos musculares rápidos.
«La mutación probablemente dio una ventaja evolutiva durante la migración a un clima más frío, pero en la sociedad moderna de hoy, esta capacidad de ahorro de energía podría aumentar el riesgo de enfermedades, que es algo a lo que ahora queremos dirigir nuestra atención»
Es interesante apreciar que los atletas que sobresalen en deportes que involucran explosividad y fuerza tienen más probabilidades de no tener esta falta de α-actinina-3, mientras que para los deportes de resistencia las estadísticas se invierten.