En noviembre de 1970, en Florence, Oregón, el cadáver de una ballena de 8 toneladas explotó utilizando media tonelada de dinamita.
La historia de la ballena varada
Todo comenzó un miércoles, el 12 de noviembre de 1970, en una playa cerca de Florence, en Oregón, Estados Unidos, cuando un enorme cachalote apareció muerto en la orilla del mar.
En aquel entonces, Paul Linnman era un joven reportero de 23 años que trabajaba para un canal de noticias local llamado KATU-TV. Ese día, el director de noticias lo llamó a su despacho.
«Me dijo que quería que fuera a la costa sur al día siguiente para cubrir una historia, que iría en una aeronave y que el fotógrafo y yo iríamos allí. Y pensé: ¡Wow! Esta cadena no gasta grandes cantidades de dinero muy a menudo… ¿Qué estará ocurriendo?», le contó Linnman a la BBC.
Él me contestó: «Hay una ballena. Y van a volarla con dinamita».
Al día siguiente, Paul y el camarógrafo, Doug Brazil, aterrizaron en la ciudad costera de Florence.
No es inusual que las playas de Oregón sean visitadas por ballenas, aunque por lo general son las grandes ballenas grises las que se acercan. Sin embargo, en este caso, se trataba de una especie considerablemente más grande: un cachalote.
Medía unos 14 metros de largo y pesaba entre 8 y 10 toneladas.
¿Por qué decidieron explotarlo?
No había una manera fácil de moverlo. Y no lo podían dejar en la playa varios días porque empezaría a descomponerse.
Tampoco podían enterrarlo porque el agua bajo la arena volvería a arrastrarlo hacia la superficie. No podían devolverlo al mar porque era muy pesado y no podían mover el cuerpo entero.
El inmenso y maloliente cadáver en la playa de Florence planteó un dilema peculiar a las autoridades de Oregón. Temían que enterrar a la ballena fuera inútil, ya que pronto la carne en descomposición y su fetidez se harían evidentes. Aunque era posible dividir el cadáver en trozos después de aliviar la presión del metano mediante incisiones, nadie estaba dispuesto a llevarlo a cabo.
Fue entonces cuando George Thornton propuso la idea de volar el cadáver con media tonelada de dinamita. Thornton tomó precauciones y consultó a expertos en municiones de la Marina de los EE. UU. antes de proceder con esta solución.
Sin embargo, el uso de explosivos planteaba serios riesgos, especialmente debido a la proximidad de transeúntes. Ya que las playas de Oregón estaban bajo la jurisdicción del DOT en ese momento, la decisión recayó en ellos.
La explosión
Desde un punto de vista técnico, los preparativos tenían sentido. Se recopiló la cantidad adecuada de explosivos y se colocaron en el lado terrestre de la gigantesca criatura, con la esperanza de hacer volar la ballena muerta hacia el océano.
Después de la detonación, se anticipó que las gaviotas y otros animales carroñeros se alimentarían de la carne de ballena que no fuera arrastrada por la marea. Thornton se aseguró de que todos los espectadores estuvieran a una distancia segura, a unos 400 metros del cadáver, pero no tenía idea de cuán lejos podrían llegar los fragmentos de la ballena siguiendo la explosión.
Por otro lado, el periodista Paul Linnman no estaba precisamente emocionado cuando le asignaron la tarea de cubrir la explosión de la ballena. Se sentía frustrado por recibir lo que parecía ser una historia de poca importancia y, al principio, rechazó la tarea. Sin embargo, su actitud cambió cuando se enteró de que planeaban utilizar media tonelada de dinamita.
Afortunadamente, nadie resultó herido por la explosión ni por los inesperados trozos posteriores. Para quienes estuvieron allí, fue un espectáculo surrealista.
Esos trozos no eran tan pequeños como esperaban los funcionarios. En lugar de trozos aptos para gaviotas, llovieron trozos de carne de ballena, y al menos uno de ellos era lo suficientemente fuerte como para aplastar un coche.
Trozos del animal volaron en todas direcciones, y los espectadores comenzaron a gritar y correr para cubrirse cuando vislumbraron grandes trozos elevándose directamente sobre sus cabezas.
