A lo largo de la historia varios humanos se puesto en condiciones o posturas poco comunes durante un gran periodo tiempo, a veces de forma natural por complicaciones de la vida y otro por mero estudio científico. En este caso es el segundo.
Stefania Follini, una decoradora de interiores de 27 años de Italia, ha estado en una casa de plexiglás de dos habitaciones y 60 metros cuadrados debajo de las colinas al oeste de Carlsbad, en Nuevo México, sin luz solar u otras formas de medir el tiempo. Los únicos sonidos que escucha son los de su propia voz, su guitarra o un timbre ocasional que suenan los investigadores en un remolque equipado con computadora en la superficie, 15 metros por encima de ella. El experimento consiste en estar 4 meses metida en esa casa.
El experimento
Durante unos cuatro meses, las terminales de computadora han sido el único modo de comunicación de la Sra. Follini, ya que simula lo que podría ser para los viajeros espaciales aislados durante períodos prolongados. Un equipo de investigadores la monitorea con tres cámaras de video y micrófonos, y escriben mensajes ocasionales en su computadora.
También controlan su temperatura, frecuencia cardíaca y presión arterial y analizan la composición de su sangre para detectar cambios hormonales y otros cambios químicos. Follini envía muestras diariamente por medio de un bote con una cuerda.
El experimento fue realizado por la NASA y Pioneer Frontier Explorations. La mujer se introdujo en esa habitación el 13 de enero de 1989. No tiene ni reloj, no calendario y su única luz serían tres focos. El único contacto con el exterior sería a través de un ordenador exclusivamente para recibir información.
Resultados del experimento
Interrogada el 4 de mayo, Follini dijo que pensaba que era el 7 de marzo. Su horario normal se alejó del ritmo regular. Sus días duraban 28 horas y a veces incluso más. Podía estar despierta 20 horas seguidas y dormir 10 horas, no sabía si era de día o de noche. Perdió 7,7 kg de peso, también tuvo perdida de vitamina D.
Comentó que se sintió deprimida, creó amistades con ratones, ranas y otros insectos que estaban en la cueva. Parte de su tiempo lo dedicaba a decorar la habitación. Y otra parte de su tiempo leyendo, rasgueando, tarareando, escribiendo mensajes en la computadora y jugando al ajedrez consigo misma.
Durante los primeros meses estaba «un poco malhumorada», pero en el último mes se ha acostumbrado a su situación y se está concentrando mejor, dijo Fraschini. Además Follini pasó más tiempo explorando la cueva fuera del recinto al principio, pero rara vez sale, excepto para entregar sus muestras de sangre.
Según ella, cree que no hay mucha diferencia entre estar aislada en una nave en el espacio y estar confinada en una cueva. Dijo que podría ser imposible rescatarla del espacio, pero que si la cueva colapsaba, sería difícil salvarla aquí también.
″Prefiero tener mis pies en la querida y vieja Tierra, o debajo de ella″, dijo Follini.