La mayoría de nosotros cree que somos mejores que el promedio. Cuando se trata de estilo de conducción, inteligencia y modestia, el sesgo de optimismo nos hace pensar que somos mejores que el resto.
La mejora personal es más aguda en el espacio moral: creemos que tenemos más principios que otros. Nuestro sentido de superioridad moral está tan distorsionado que incluso los delincuentes encarcelados piensan que son más amables, más confiables y honestos que tú y yo.
No solo sobreestimamos nuestra propia virtud moral, subestimamos la virtud moral de aquellos que no son como nosotros.
¿Por qué nos sentimos moralmente superiores?
Un estudio realizado por Ben Tappin y Ryan McKay no solo confirma que la mayoría de nosotros nos consideramos «mejores que el promedio», sino que aborda la cantidad de esta ilusión justificada o no.
Es difícil evaluar a alguien que no conocemos. Es por eso que las personas asignan valores «promedio» a otros y «valores extremos a sí mismos cuando se les pide que evalúen nuestra moralidad».
Según los investigadores, la superioridad moral es «una forma de ilusión excepcionalmente fuerte y prevalente»: te hace sentir superior a otra persona o grupo.
Sin embargo, hay algo de racionalidad involucrada. Tenemos mucha más información para evaluarnos a nosotros mismos que las personas que realmente no conocemos; tiene sentido ser más cautelosos al evaluar a otros. Nuestro mecanismo de autodefensa también se interpone en el camino. Desde una perspectiva de supervivencia, es más seguro asumir que alguien es menos confiable que nosotros.
La superioridad de la ilusión puede protegernos de mentirosos o estafadores: el escepticismo moral puede reducir nuestras posibilidades de ser traicionados. Sin embargo, también hay algunas consecuencias negativas.
La justicia propia te hace concentrarte en ti mismo en lugar de tratar de entender a los demás. Reduce nuestra voluntad de cooperar o comprometernos: crea un muro entre «nosotros» y «ellos».
Las justificaciones egoístas, cuando violamos intencionalmente una regla ética, mitigan la amenaza a nuestro ser moral: hacemos «mal» mientras nos sentimos morales. Considere a un hombre que invita a su padre a un restaurante elegante para demostrarle que lo está haciendo bien. Justifica gastar la cena porque su padre «siempre le da buenos consejos de negocios».
Moralmente superior pero conductualmente inferior
Nuestras acciones y posiciones se justifican por tener valores morales más altos que otros. La ilusión de superioridad crea divisiones: aquellos que no pertenecen a nuestro grupo se consideran inferiores.
La superioridad moral puede reflejar una incoherencia significativa en el juicio y la percepción social, como explica Tappin. Para ilustrar esto, comparte el ejemplo de Jane que interpreta su moralidad en términos muy positivos, en parte al capitalizar la ambigüedad moral. En contraste, su evaluación de los demás es menos positiva. Su doble rasero funciona para ella, pero no para los demás.
¿Qué problema puede llevar la superioridad moral en política?
La pereza de la supuesta superioridad moral puede ser fatal en la política, los negocios o la religión: conduce a la intolerancia y la violencia. Como escribieron Tappin y McKay, «cuando las partes opuestas están convencidas de su propia justicia, la escalada de violencia es más probable».
Esta superioridad dificulta entender otras posiciones políticas, te hace sentir que tú tienes la razón en toda las ideologías política. A veces estás tan orgulloso de tú ideología que aunque sabes que te has equivocado con algunos hechos seguirás apoyando las mismas ideas, nos encerramos en nuestra ideología. No seguimos el sentido común o no creamos un pensamiento crítico. Evitamos hacernos autocritica.
Como tener una humildad intelectual
La humildad intelectual requiere práctica. Soy vulnerable a mi propia superioridad moral. Las siguientes no son reglas, pero algunos consejos que uso para desafiar mis propios puntos de vista: yo también soy presa de la arrogancia o el exceso de confianza intelectual.
- Evite juzgar a las personas: cuando etiquetamos a las personas, creamos un muro ficticio entre «nosotros» y «ellos». Confundimos las ideas con el autor. Todos son maestros disfrazados. Puedes aprender de cualquiera, incluso de aquellos que tienen perspectivas opuestas.
- Dale una oportunidad a los puntos de vista opuestos: cuando está comprometido y escucha «el otro lado», las conversaciones se vuelven más constructivas y productivas. Practique adoptar temporalmente una creencia que se siente mal. Vea el mundo a través de esa lente durante un día o dos. Vea lo que puede aprender al ver la vida desde «el lado oscuro».
- No ataque a las personas porque tienen puntos de vista diferentes: si todos pensaran lo mismo, el mundo sería aburrido. El arte es un ejemplo perfecto: todos los artistas miran la misma realidad, pero todos la expresan de manera diferente.
- Evita estar demasiado confiado intelectualmente: Todos sobreestimamos cuánto sabemos. Laszlo Bock, vicepresidente de contratación en Google, dijo: «Sin humildad intelectual, no puedes aprender». El gigante tecnológico quiere personas que «discutan como el infierno» y sean «fanáticos de su punto de vista», pero que admitan que no están en lo correcto cuando una situación ha cambiado porque han surgido nuevos hechos.
- Respetar a los demás: Trate a aquellos que piensan de manera diferente con el mismo respeto que desea que sean tratados por ellos. Las diferencias deberían provocar conversaciones, no agresiones. Cuando nos sentimos atacados, nuestra humildad intelectual sufre, según la investigación.
- Separe su ego de sus puntos de vista morales: cuando nos identificamos con nuestras ideas, nos volvemos ciegos. No eres tus ideas. Pon tu ego a un lado, no lo tomes personalmente si alguien desafía tu pensamiento.
- Esté abierto a revisar sus puntos de vista: en una era en la que cambiar de opinión es un signo de debilidad, las personas prefieren mirar bien en lugar de encontrar la verdad. Las ideas nunca son finales; están en constante evolución. Todas las teorías científicas han sido un trampolín para nuevos descubrimientos. Si nos atascamos en tener la razón, no podemos avanzar.