Desde la invención e inicios de la astrofísica, algunas de las preocupaciones que más se ha mantenido en la mente de los científicos y ha aquejado a los mismos, es tratar de descifrar no sólo las leyes por las que nuestro sistema y universo se rige, sino que, además, hacer los cálculos necesarios que permitan tener la certeza de cuando morirá el sistema de cosas que conocemos.
Todo tiene su debido final y las cosas cuya existencia conocemos, son finitas, es decir, limitadas; no obstante, aunque sabemos esto, la tarea de los expertos y de la ciencia es general es no conformarse con saber que existe un final. Sino expandir la brecha de conocimiento tanto como el intelecto humano lo permita.
1999: un trillón es mucho tiempo.

En 1999, aproximadamente, inició el viaje de los investigadores formalmente, por tratar de descubrir la fecha de caducidad del sistema Solar en el que hace vida la Tierra, nuestro hogar. Los resultados arrojaron un estimado de un trillón de año, antes de que el sistema solar desapareciera para siempre.
Ese cálculo, realizado hace un par de años, tomaba como punto de partida un dato importante: el tiempo en que dos planetas –Júpiter y Saturno– terminaran por desestabilizar a Urano. La longitud de este tiempo fue el plazo general utilizado para determinar el tiempo en que el Sistema Solar se autodestruiría y terminaría por morir.
A raíz de las investigaciones recientes, hechas por un grupo de investigadores de la universidad de California, en Estados Unidos, se descubrió que aquellas conclusiones no sólo eran incorrectas sino que, además, olvidaban contemplar cierto número de datos.
¿Qué tan dinámico es nuestro Sistema Solar?

Los científicos idearon un nuevo experimento utilizando una mega computadora de simulación. Este consistía en probar la reacción de los planetas ante la aparición de los llamados N-cuerpos. Estos elementos son difícilmente predecibles en cuanto a su comportamiento y desestabilizan a los planetas.
El experimento se llevo a cabo a luz de dos fases: antes y después de la muerte de la estrella solar. De esta forma, se prueba el dinamismo del planeta y la capacidad de adaptarse y acoplarse ante el caos de la cadena de hechos.
Esto se realiza porque se tiene conocimiento de las condiciones que marcarán el final del Sistema Solar, pues este será posible debido a la inestabilidad de los elementos que fluctúan y se relacionan en él. Un sistema ideal sería aquel en que cada elemento, y cada planeta se interrelacione en armonía.
No obstante, el final será bastante caótico. El sol perderá parte de su masa, y ello afectará la medida gravitacional de los planetas que orbitan a su alrededor. Estos planetas se volverán inestables y serán susceptibles al impacto de otras estrellas cercanas. Finalmente, el caos será inminente.
No obstante, no es necesario preocuparnos por aquella destrucción. Dudo que tu, querido lector, aún vivas para contemplarla cuando suceda.