El arte es una expresión humana de cierto nivel de complejidad. Como ser pensante y hábil, el humano puede ordenar, clasificar, y descifrar los patrones que rigen tanto al mundo como a su interior; no obstante, también posee la capacidad de embellecer su pensamiento, de colgarle ironías, metáforas, y demás elementos que conmoviesen a otros seres y le dieran posteridad a su obra. El arte, por lo tanto, es el vívido reflejo de un equilibrio entre la belleza y la realidad.
Entre tanto, no resulta casualidad que las grandes revoluciones del pensamiento estuviesen en compañía de movimientos artísticos: la literatura, pintura, arquitectura y cine, reproducen, con gracia, las circunstancias adversas o favorables que atan a una época entera.
En su relación ambos se retroalimentan: en ocasiones el arte sirve de inspiración para crear nuevas ideas, mientras que los vuelcos e invenciones del pensamiento expanden la capacidad artística. Un caso que refleja con precisión el segundo ejemplo es la invención de la imprenta, hacia el año 1450.
¿Cómo el arte logra impulsar el pensamiento?
La imprenta, ese instrumento que surge de la inteligencia humana le dio propagación al arte renacentista es obra del pensamiento científico y moderno. No obstante, a través de él el arte se expande. Ahora las voces de los grandes autores del siglo rondarían por toda Europa desplegando, con cierta armonía en su prosa, la percepción de la realidad.
Ahora las ideas adornarían y empapelarían para dar forma a la cultura madre de Occidente. Atrás quedaría el terraplanismo y las cruzadas: el hombre reconsidera su existencia y con ello expande su horizonte. La revolución ideológica produciría una tecnológica: técnicas de navegación y comercio en las ciudades. El mundo, socialmente, se miraría desde ojos distintos.
El humanismo, sustentado por las ideas clásicas grecolatinas se enfrenta a los textos eclesiásticos en prosa. Con el tiempo, gana la batalla y coloca la razón humana en el punto máximo, mientras que las fe y la Iglesia son desplazadas.
Tal punto de inflexión en la cultura sufre numerosas representaciones en el arte, especialmente en la literatura, con el apoyo de la imprenta. En un pasaje del Decamerón, un fraile es condecorado por la Iglesia a pesar de ser un hombre vil: el anticlericalismo llega a las letras.
El pensamiento por sí mismo no prevalece; la narrativa al referirlo y sus miles formas de reproducción, por otro lado, son el antecedente histórico de toda una generación. Y es que resulta especialmente atractivo el misterio del lenguaje. Lo que vayas a referir queda desplegado en un segundo plano, la importancia radica en cómo lo vas a contar.